lunes, enero 28, 2008

Actores contra su profesión

Se levanta el telón y comienza la obra de teatro.

Desde una de las primeras filas aprecio la luminosidad del decorado.

Salen los actores, muchos de ellos famosos por la cara, a interpretar la obra y se llena el sonido de oscuridad: Apenas se les oye. Miro a mi mujer y a ella también se le escapan muchas de las cosas que dicen. Son actores de nuevo cuño, sin formación alguna. Se creen dioses sobre el escenario. No hacen el esfuerzo de vocalizar y sus palabras carecen de la fuerza y claridad necesaria para lanzar las gangosas palabras más allá de sus pies. Orgullosos piensan que son dignos descendientes del teatro romano, aquel en el que actores con voz educada y preparada eran capaces de hacerse oir en todo el teatro. Pobres. Rondan los treinta y tantos y no saben hacer otra cosa que el payaso. Incultos, terriblemente incultos e incapaces de tener el gesto de reconocer con humildad que su voz es insuficiente para llenar este pequeño teatro. No aceptan el utilizar un micrófono porque los romanos, en sus teatros al aire libre, no lo hacían y ellos se creen mejores. No son capaces de percatarse del sutil hecho de que entonces no había micrófonos y que los actores sabían vocalizar perfectamente, sin gangosidades y no se comían las palabras. Mientras, suena atronadora la música digital enlatada ("igualito que en el teatro clásico") que unido a los potentísimos focos habla de su contradicción.

Sólo tenía dos opciones: salir de ese teatrillo de famosillos actores o dormir. No quería perder el tiempo esforzándome en buscar entre sus dientes las palabras que se les quedaban enganchadas porque les costaba un gran esfuerzo abrir la boca para que salieran libres e hice lo más sensato: dormir. Podía parecer irrespetuoso pero siempre menos que subirse a un escenario y cobrar por hacerse pasar por actores siendo unos ineptos.

Estos payasos que se llaman actores han perdido para siempre un cliente. No volveré a pagar por verlos.